INTELIGENCIA artificial en el tercer mundo...
Una importancia del rol médico en la era de la Inteligencia artificial
A raíz de un artículo en Newyorker y en Epicrisis , ambos de septiembre de 2025; realizamos una revisión de los tópicos planteados en rerefencai al rol del médico ahora que las capacidades de IA pueden hacer diagnósticos .
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Dr Enrique Angarita
10/4/20253 min leer


En septiembre de 2025 la revista epicrisis reproduce Un artículo publicado una serán antes en la prestigiosa revista Newyorker titulado: “Si la IA puede diagnosticar pacientes, ¿para qué sirven los médicos?”.
Por lo cual, he escrito esta reflexión sobre el planteamiento en estos documentos y que espero motive análisis más profundos.
La inteligencia artificial (IA) está transformando la medicina con una rapidez inesperada. Hoy, modelos capaces de analizar imágenes, revisar historiales clínicos o interpretar datos complejos pueden ofrecer diagnósticos con una precisión que en ocasiones supera la del ojo humano. Ante este panorama surge una pregunta inquietante: si las máquinas pueden diagnosticar, ¿cuál es el lugar del médico?
Lejos de significar el fin de la profesión, esta revolución redefine las funciones médicas. Y el centro de la discusión no está en la tecnología, sino en la ética y la humanidad de la atención en salud.
La promesa de la IA en el diagnóstico
La IA tiene una ventaja clara: puede procesar millones de datos en segundos, detectar patrones invisibles y señalar posibilidades diagnósticas con rapidez. Esto abre la puerta a diagnósticos más precoces, precisos y accesibles, especialmente en lugares con pocos especialistas.
Sin embargo, su capacidad no es perfecta: los algoritmos se entrenan con datos que pueden estar sesgados, y muchas veces operan como “cajas negras” de difícil interpretación. La precisión estadística no siempre significa que la recomendación sea la adecuada para cada paciente en su contexto real.
Los límites de la máquina
Aunque pueda parecer que la IA podría reemplazar al médico, hay barreras insalvables:
No hay empatía en el algoritmo: una máquina no consuela, no escucha angustias, no acompaña en el dolor.
No interpreta el contexto humano: un diagnóstico no es solo datos; implica entender al paciente como persona, con historia, valores y temores.
No toma decisiones éticas: decidir operar, iniciar un tratamiento agresivo o priorizar calidad de vida requiere juicio moral y responsabilidad profesional.
Puede equivocarse gravemente: un sesgo en los datos o una mala interpretación puede generar daños que solo un médico atento puede prevenir.
El rol irremplazable del médico
En este escenario, el médico no desaparece; evoluciona. La IA puede convertirse en una herramienta poderosa de apoyo, pero nunca en sustituto. El valor del médico está en:
Integrar información compleja con humanidad.
Comunicar con empatía diagnósticos y tratamientos.
Ejercer criterio ético ante decisiones difíciles.
Validar y supervisar las recomendaciones de la IA, corrigiendo errores cuando sea necesario.
Asumir la responsabilidad clínica, algo que ninguna máquina puede hacer.
El reto ético
Si dejamos todo en manos de algoritmos, corremos el riesgo de:
Convertir la medicina en un proceso frío y deshumanizado.
Generar desigualdades si solo algunos acceden a tecnologías avanzadas.
Diluir la responsabilidad profesional: ¿quién responde si la IA se equivoca, el médico, el desarrollador, el hospital?
Por eso, la ética debe estar en el centro: la IA no debe desplazar al médico, sino potenciarlo, siempre bajo principios de transparencia, justicia y respeto por la dignidad del paciente.
Médicos más humanos, no menos necesarios
La pregunta inicial —¿para qué sirven los médicos si la IA diagnostica?— encuentra su respuesta en la esencia de la medicina: los médicos sirven para acompañar, decidir, interpretar y humanizar la salud.
En el futuro cercano, los mejores médicos serán aquellos que aprendan a trabajar con la IA, no contra ella, manteniendo siempre la brújula ética que distingue a un profesional de la salud de una máquina.
Porque la tecnología puede ayudar a detectar enfermedades, pero solo la empatía, el juicio y la humanidad de un médico pueden ayudar a cuidar a una persona.